La Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén es uno de los lugares más sagrados de la tierra y pertenece a seis confesiones diferentes a la vez. Este último matiz dificulta enormemente la gestión del santuario principal. El ejemplo más evidente es la sencilla escalera de madera que se alza en el saliente sobre la entrada del templo.
Lleva más de doscientos años exactamente en el mismo sitio y nadie puede quitarlo. Y esto no se debe a que esté firmemente fijada, sea demasiado pesada o cumpla funciones de apoyo u otras funciones útiles. Es más interesante que eso: requeriría el consentimiento de todas las confesiones, y los órdenes que compiten entre sí son sencillamente incapaces de llegar a la misma conclusión. Lo mismo ocurre con las reparaciones e incluso con la reordenación y sustitución del mobiliario del templo: debido a los numerosos desacuerdos es casi imposible conseguir una única solución común. Y sin tener en cuenta la opinión de al menos una de las partes, puede estallar una auténtica guerra religiosa. Un mal barrio: cómo un lago rico en peces se convirtió en pocos días en una masa de agua muerta Por eso la escalera está en su sitio. Cabe destacar que no se sabe con exactitud quién la colocó allí ni a qué religión pertenecía. Es muy posible que el objeto de controversia simplemente fuera olvidado para ser retirado por los trabajadores. Nadie puede responder a la pregunta de cuándo apareció la escalera, pero la referencia más antigua a ella es un grabado de 1728.
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