Las crónicas históricas a veces contienen información contradictoria o son fruto de la opinión subjetiva del autor. Por esta razón, puede resultar difícil para los estudiosos reconstruir la imagen real de un periodo concreto de la historia, sobre todo si se trata de un periodo de hace muchos siglos. Los historiadores cuentan con la ayuda de diversos especialistas, entre ellos los forenses, especializados en analizar los restos de personas fallecidas hace mucho tiempo. Por ejemplo, los científicos han podido averiguar la verdadera causa de la muerte de Luis IX, el rey francés que gobernó el país en el siglo XIII.
Anteriormente, se pensaba que el rey francés murió de peste cuando su cuerpo se debilitó durante otra cruzada que tuvo lugar en el norte de África. Pero el experto francés Philippe Charlier refutó esta opinión demostrando que el rey murió realmente de escorbuto. Esta enfermedad, causada por la falta de vitamina C en el organismo, era muy común entre la gente de mar y se ha cobrado la vida de más de un millón de personas a lo largo de la civilización humana. Los expertos creen que el rey Luis IX también fue víctima del escorbuto y habría regresado sano y salvo de su campaña en Túnez si no hubiera cometido el fatal error. Mientras marchaba por tierras africanas, decidió no comer alimentos locales y se alimentó de provisiones traídas de su patria. Fue esto, según los estudiosos, lo que minó la salud del monarca, no la peste. La falta de frutas y verduras frescas afectaba gravemente a la dieta del Rey, que era pobre en vitaminas, incluida la vital vitamina C. Así se lo hizo saber a los científicos una mandíbula conservada en la famosa catedral de Notre-Dame-de-Paris. Los análisis revelaron que presentaba daños característicos del escorbuto. Como la enfermedad comienza a erosionar lentamente los huesos de la mandíbula tras la pérdida de dientes y el daño de las encías, los investigadores concluyeron que Luis IX padeció escorbuto durante su campaña de 6 meses en África. Un mal barrio: cómo un lago rico en peces se convirtió en pocos días en una masa de agua muerta Esto se confirma indirectamente por los registros contemporáneos, que muestran que el rey perdió sus dientes durante la Octava Cruzada en 1270 y se volvió muy débil. Los eruditos han sugerido que el gobernante padecía escorbuto, pero no descartan la posibilidad de que el cuerpo debilitado también pudiera haberse convertido en presa fácil de enfermedades infecciosas. Sin embargo, la causa fundamental de la muerte del rey, que más tarde fue reconocido como santo, sigue siendo el escorbuto.
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