A finales de los años 40 y principios de los 50, el fotógrafo Robert Frank, que por entonces se había trasladado a Nueva York, regresaba regularmente a Europa para captar su renacimiento de posguerra e inspirarse en esta embriagadora atmósfera de «resurrección».
1951-1952 fue el tiempo de Frank en Londres. Se enamoró del ambiente de la ciudad, de su diversidad e imprevisibilidad. Fotografió a los financieros británicos marchando por las calles neblinosas en los tradicionales cilindros y abrigos largos. Tomó fotos de trabajadores repartiendo carbón y de niños retozando en los patios. Frank captó los contrastes de la capital británica, y casi 70 años después resulta aún más interesante contemplar su obra.
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