Durante más de un siglo, la estación de Anhalt fue uno de los nudos de transporte más importantes de Berlín. El primer tren salió de ella en 1841. El edificio, construido en metal y cristal, era enorme, con capacidad para 40.000 pasajeros. En las salas de espera, pavimentadas con mármol y decoradas con estatuas, miles de personas aguardaban a diario su partida hacia Fráncfort, Leipzig, Múnich y otras ciudades alemanas.
Sin embargo, Hitler soñaba con hacer de Berlín la capital del mundo y quería construir otros nudos de transporte que superaran el tamaño de la estación de ferrocarril de Anhalt. Pensaba convertir la propia estación en una piscina pública por falta de uso. Afortunadamente, los planes de Hitler nunca se llevaron a cabo. Durante la Segunda Guerra Mundial, la estación de ferrocarril de Anhalt quedó parcialmente destruida. Toda la infraestructura también resultó dañada y los ferrocarriles quedaron paralizados durante mucho tiempo. Al finalizar la guerra, la estación de ferrocarril de Anhalt se encontró en Berlín Oeste. Perdida su antigua importancia, la RDA reconstruyó la red ferroviaria, obviando los antiguos tramos. La naturaleza no tardó en hacer estragos: la zona abandonada se cubrió de hierba y los árboles crecieron junto a los raíles oxidados. Pero el edificio no fue demolido a toda prisa: no se derribó hasta 1960, e incluso entonces se dejó deliberadamente parte de la fachada. Aquí, hoy en día, todavía se puede encontrar un recuerdo de la estación de tren más grande del centro de Berlín. Sólo que ahora estas ruinas ya no están rodeadas por el ferrocarril, sino por hoteles, supermercados y edificios de oficinas. Y no muy lejos hay un auténtico oasis en el corazón de la metrópoli que parece una selva. Aquí encontrará setas, helechos y árboles, y en la década de 1990 la zona se convirtió oficialmente en el Natur-Park Südgelände. En medio de este bosque, aún hoy se puede ver la vida de aquella antigua estación de ferrocarril: kilómetros de vías, postes de luz y una vieja torre de acero que se eleva 50 metros sobre el suelo. Cinco razones por las que me encanta Kuala Lumpur
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